Qué hermoso es saber que Dios tenga tal conexión con el ser humano, tal conocimiento y profundidad. ¿Será que podemos llegar si quiera en algún mínimo porcentaje con nuestro cónyuge? Puede ser porque Dios dijo “serán una sola carne” e instituyó el matrimonio. Comenzamos hoy con esta declaración categórica:
“El hogar hermoseado por el amor, la simpatía y la ternura es un lugar que los ángeles visitan con agrado, y donde se glorifica a Dios… En la atmósfera de un hogar tal, los niños aprenderán a amar a sus padres terrenales y a su Padre celestial” (Manuscrito 126, 1903. El hogar Cristiano, p. 15).
Ayer comenzamos a describir dos niveles de comunicación que crean una atmósfera inapropiada, y que llevan a la incomprensión de la pareja y en estos últimos días, a la misma disolución matrimonial. Lastimosamente, esta situación mayormente destruye a la mujer, que por su naturaleza, es la más afectada. Son ellas las que creen en todas las palabras y acciones afectuosas usadas por los hombres al inicio del romance, y que después tienen que permanecer a lado de un hombre duro y sin expresión de cariño y amor. Lee:
“Las palabras bondadosas, alegres y alentadoras resultarán mucho más eficaces que las medicinas más poderosas. Infundirán ánimo en el corazón de la abatida y desanimada esposa, y la alegría infundida a la familia por los actos y las palabras de bondad, recompensarán diez veces el esfuerzo hecho. El esposo debiera recordar que gran parte de la carga de educar a sus hijos recae sobre la madre, y que ella ejerce una gran influencia para modelar sus mentes. Esto debe inducirle a manifestar los sentimientos más tiernos, y a aliviar con solicitud sus cargas. Debe alentarla a apoyarse en su afecto, y a dirigir sus pensamientos hacia el cielo, donde hay fuerza, paz y descanso final para los cansados. No debe volver a la casa con la frente ceñuda, sino que su presencia debiera brindar alegría a la familia y estimular a la esposa a mirar hacia arriba y creer en Dios. Unidos, pueden aferrarse a las promesas de Dios y atraer su rica bendición sobre la familia.” (Joyas de los Testimonios 1:105, 106).
Con esta declaración estamos listos a entrar a los últimos tres niveles de comunicación.
Un tercer nivel, es “la conversación de ideas y opiniones personales”, y es el inicio a la comunicación real. Aquí ya se está escuchando y hablando del ser, en relación con lo que piensa y siente, en lo que tiene en su interior.
Cuando hablas con tu pareja de ideas y opiniones, están hablando sobre como cada uno de ustedes perciben ese mundo exterior, ya puedes comprender su reacción u opinión en relación con lo exterior, es allí donde escuchas: “mi opinión sobre ese hecho es tal”, y toda opinión, según tu elevada educación, se respeta y se puede discutir, pero un grado de respeto.
Este nivel de comunicación ya nos comienza a dar la posibilidad de conocer a la persona, de captar su forma de pensar, y a saber que pensamos distinto, es donde uno puede trascender y comienzas a entrar en ese universo que es tu cónyuge. Recuerden que “las palabras son el vestido de los pensamientos”.
En los dos niveles iniciales mis palabras pueden hablar pero no pueden transmitir nada de lo que soy, de cómo es mi mente, ahora digo lo que pienso, aunque es la misma voz, pero ya entré a otro nivel. En este nivel aprendo a escuchar a la otra persona, para poder darle mi opinión, y tengo que aprender a escuchar, entonces analizo y doy mi opinión.